D. Francisco Maseira, no dejaba casar a su hija doña Elvira González,
con quien ella quería, sino con quien el mandaba.
Por tanto ella decidió irse de Galicia a Cuba, en esos años famosos de la emigración.
Cuando la mujer de D. Francisco murió, que por cierto d. Francisco se caso con ella
porque tenía una vaca más que otra pretendienta,
regreso doña Elvira y esta por fin pudo casarse libremente.
humany-works
Humany-works Es un espacio para amigos, conocidos, cuyo recuerdo queda en forma de anécdota, relacionada únicamente con su trabajo u oficio. Quedan excluidas historias cuyo contenido no sea en torno al trabajo u oficio, relatos sobre personas que ya no están entre nosotros, sin renombre o conocidos públicamente. Si no recuerdas el nombre y apellidos de la persona, puedes citar el apelativo o mote: Ej. Paco Pérez Pérez cuenta un amigo de su bisabuelo el llamado el Tato...
sábado, 18 de julio de 2015
martes, 14 de julio de 2015
El Doctor del cristal grumoso.
El abuelito, D. Ernesto Reig Vives, que vivía junto a sus nietas Ana y María, en el piso contiguo,
cuando eran aun lo suficientemente pequeñas para no parecer de estatura adulta
decidieron sumar fuerzas...
El abuelito recibía con frecuencia a su médico en casa, y solía darle la entrada a través de la puerta
simplemente al notar que estaba allí, por la figura que se traslucía a través de la puerta de cristal grumoso:...
- Pase, pase Doctor...
Este gesto protocolario se ve que les gustó a las nietas y decidieron cooperar en una fenomenal broma.
- Ana tu te montas sobre mis hombros y con la chaqueta de papá, que es larga y un sombrero
llamamos a la puerta de cristal grumoso..
- Vale vale.
Dicho y hecho, allá van las dos desde su habitación. Como un gigante de la feria,
desde la litera Ana se encarama a los hombros de María
con la chaqueta y el sombrero, y allá van
- Tooc toc.
- Pase pase Doctor.
- Eh! ... carcajada de todos.
- Gamberras, que bromistas sois.
Bueno, pues esta actuación se podría repetir dos o tres veces en la misma tarde
y para ellas la frase "pase Doctor" era tan real y verosímil que no daban crédito
a por qué el abuelito recibía tres veces la misma tarde al mismo Doctor.
¿Será por el cristal grumoso?.
El abuelito, D. Ernesto Reig Vives, que vivía junto a sus nietas Ana y María, en el piso contiguo,
cuando eran aun lo suficientemente pequeñas para no parecer de estatura adulta
decidieron sumar fuerzas...
El abuelito recibía con frecuencia a su médico en casa, y solía darle la entrada a través de la puerta
simplemente al notar que estaba allí, por la figura que se traslucía a través de la puerta de cristal grumoso:...
- Pase, pase Doctor...
Este gesto protocolario se ve que les gustó a las nietas y decidieron cooperar en una fenomenal broma.
- Ana tu te montas sobre mis hombros y con la chaqueta de papá, que es larga y un sombrero
llamamos a la puerta de cristal grumoso..
- Vale vale.
Dicho y hecho, allá van las dos desde su habitación. Como un gigante de la feria,
desde la litera Ana se encarama a los hombros de María
con la chaqueta y el sombrero, y allá van
- Tooc toc.
- Pase pase Doctor.
- Eh! ... carcajada de todos.
- Gamberras, que bromistas sois.
Bueno, pues esta actuación se podría repetir dos o tres veces en la misma tarde
y para ellas la frase "pase Doctor" era tan real y verosímil que no daban crédito
a por qué el abuelito recibía tres veces la misma tarde al mismo Doctor.
¿Será por el cristal grumoso?.
viernes, 23 de mayo de 2014
Un gallo gigante contra Javito
EL era un niño que vivía en un quintal en Salvador de Bahía el el niño Javito jugando con la pelota se le cayó cerca del corral donde estaba el gallo, entonces fue a recogerla y el gallo de repente le atacó a picotazos las pantorrillas, las cuales empezaron a sangrar el niño sorprendido se enfureció se llenó de valor y recordó que tenía su armadura de héroe medieval y una espada en otra habitación, fue corriendo se vistió con el traje de guerrero y cogió la espada y se enfrentó al gallo. El gallo se subió al escudo y siguió picoteando en el cuello, el niño sangraba y con su espada intentó defenderse al ver que esta se doblaba, pues era de plástico, ya en el tercer intento por defenderse, agarró un palo del suelo y la emprendió a estacazos contra el gallo, Javito sólo tenía 5 años. El gallo quedó moribundo, cuando ya descansó de aquella leña, llegaron sus padres, el padre pasando por el patio vio el gallo como dormido en el suelo, vio a Javito y le dijo - que tal hijo mío... papá me atacó un gallo gigante y el padre no le hizo caso, al poco rato después de tomar un café el padre salió al patio y vio el gallo moribundo, entonces le hizo caso a Javito oye Javito y este gallo fue, no papa. No es mi culpa me atacó, me hizo muchas heridas, pero cómo has podido herir de esta manera el gallo. Javito pensó - ¿Cómo es posible que mi padre está en contra mía?, y entonces el padre le encomendó el castigo a la madre para quitarse de encima el mal trago de castigarlo é, la madre cumplió, le dio una gran paliza y lo castigó. Al final de la historia surrealista e injusta, todos comieron gallo gigante en pepitoria y Javito nunca comprendió como su padre pudo creer al gallo en vez de a su hijo.
EL era un niño que vivía en un quintal en Salvador de Bahía el el niño Javito jugando con la pelota se le cayó cerca del corral donde estaba el gallo, entonces fue a recogerla y el gallo de repente le atacó a picotazos las pantorrillas, las cuales empezaron a sangrar el niño sorprendido se enfureció se llenó de valor y recordó que tenía su armadura de héroe medieval y una espada en otra habitación, fue corriendo se vistió con el traje de guerrero y cogió la espada y se enfrentó al gallo. El gallo se subió al escudo y siguió picoteando en el cuello, el niño sangraba y con su espada intentó defenderse al ver que esta se doblaba, pues era de plástico, ya en el tercer intento por defenderse, agarró un palo del suelo y la emprendió a estacazos contra el gallo, Javito sólo tenía 5 años. El gallo quedó moribundo, cuando ya descansó de aquella leña, llegaron sus padres, el padre pasando por el patio vio el gallo como dormido en el suelo, vio a Javito y le dijo - que tal hijo mío... papá me atacó un gallo gigante y el padre no le hizo caso, al poco rato después de tomar un café el padre salió al patio y vio el gallo moribundo, entonces le hizo caso a Javito oye Javito y este gallo fue, no papa. No es mi culpa me atacó, me hizo muchas heridas, pero cómo has podido herir de esta manera el gallo. Javito pensó - ¿Cómo es posible que mi padre está en contra mía?, y entonces el padre le encomendó el castigo a la madre para quitarse de encima el mal trago de castigarlo é, la madre cumplió, le dio una gran paliza y lo castigó. Al final de la historia surrealista e injusta, todos comieron gallo gigante en pepitoria y Javito nunca comprendió como su padre pudo creer al gallo en vez de a su hijo.
domingo, 18 de agosto de 2013
D. José María Ruiz Sandoval
Cuenta su hijo Pedro, médico de profesión, que su inmenso amor por la lectura
se lo inculcaba su padre de un modo, quizá, premeditadamente inconsciente.
D. José María tenía la costumbre de leerle por las noches a su mujer,(curiosamente, cuando lo normal es que se lea un cuento a los niños y se duerman) y parece ser que la voz armoniosa y continua de la lectura, como susurro del pasillo o de otra habitación, atraía a los hijos, como pequeños enanitos de Blanca-nieves acudía a oir a través de la puerta, sin hacer ningún ruido, las historias que salían de las manos de su padre. Este gesto tan amoroso de leer a su mujer, se convertía en medicina cuando ella estaba enferma y entonces la lectura del marido era más necesaria, pero en ese caso las puertas se abrían y los pequeños podían acurrucarse a los pies de la cama de su madre enferma y oir la lectura del padre, ahora no a escondidas sino con todo el protocolo y el beneplácito del acto de la lectura, quizá pensara su padre: estos niños que atentos están por respeto a su madre enferma, pero también quizá supiera que ellos ya espiaban la lectura detrás de la puerta del dormitorio, secreto que los hijos guardaban entre si pero que quizá el padre compartía en silencio sabiendo que ese secreto les iba a dar mucha felicidad en sus vidas.
Cuenta su hijo Pedro, médico de profesión, que su inmenso amor por la lectura
se lo inculcaba su padre de un modo, quizá, premeditadamente inconsciente.
D. José María tenía la costumbre de leerle por las noches a su mujer,(curiosamente, cuando lo normal es que se lea un cuento a los niños y se duerman) y parece ser que la voz armoniosa y continua de la lectura, como susurro del pasillo o de otra habitación, atraía a los hijos, como pequeños enanitos de Blanca-nieves acudía a oir a través de la puerta, sin hacer ningún ruido, las historias que salían de las manos de su padre. Este gesto tan amoroso de leer a su mujer, se convertía en medicina cuando ella estaba enferma y entonces la lectura del marido era más necesaria, pero en ese caso las puertas se abrían y los pequeños podían acurrucarse a los pies de la cama de su madre enferma y oir la lectura del padre, ahora no a escondidas sino con todo el protocolo y el beneplácito del acto de la lectura, quizá pensara su padre: estos niños que atentos están por respeto a su madre enferma, pero también quizá supiera que ellos ya espiaban la lectura detrás de la puerta del dormitorio, secreto que los hijos guardaban entre si pero que quizá el padre compartía en silencio sabiendo que ese secreto les iba a dar mucha felicidad en sus vidas.
José Antonio V.A.
Era el niño del barco en Pontedeume, con tan solo 8 años tenía la misión dada por el capitán
de la embarcación de avisar al resto de marineros para salir a la mar, a las faenas de la pesca,
él le regaló un gorrito roo, que siempre se ponía para cumplir su misión
una noche le tocó hacer de avisador a las cuatro de la mañana,
unas horas un tanto tardías, pero el niño salió a cumplir su tarea
no sin un cierto miedo por las sombras de la noche,
de hecho antes de llegar a la primera casa de uno de los marineros,
tenía que pasar por una estrecha callejuela
y ahí justamente se enganchó el gorrito en una rama de una trepadora
y con el susto en el cuerpo de niño se volvió corriendo a su casa,
pensando que algún tipo de ogro le robara su gorrito rojo, enseña de trabajo de despertador,
aquella mañana a las ocho estaba el capitán y su barco y ni un solo marinero.
Era el niño del barco en Pontedeume, con tan solo 8 años tenía la misión dada por el capitán
de la embarcación de avisar al resto de marineros para salir a la mar, a las faenas de la pesca,
él le regaló un gorrito roo, que siempre se ponía para cumplir su misión
una noche le tocó hacer de avisador a las cuatro de la mañana,
unas horas un tanto tardías, pero el niño salió a cumplir su tarea
no sin un cierto miedo por las sombras de la noche,
de hecho antes de llegar a la primera casa de uno de los marineros,
tenía que pasar por una estrecha callejuela
y ahí justamente se enganchó el gorrito en una rama de una trepadora
y con el susto en el cuerpo de niño se volvió corriendo a su casa,
pensando que algún tipo de ogro le robara su gorrito rojo, enseña de trabajo de despertador,
aquella mañana a las ocho estaba el capitán y su barco y ni un solo marinero.
El padre Marín de los Redentoristas
en la Plaza del Temple en Valencia,
le contaba a una señora que un compañero de la orden oía unas voces en la iglesia del edificio
que tienen los redentoristas, un día fue a comprobarlo si era cierto,
aquella señora afinando el oído se dio cuenta que por allí pasan los taxis y a veces,
sus conductores van hablando por la radio o con algún compañero y se paran en el semáforo
y entonces la conversación se hace más larga, este repiqueo de voces se oía por el tejado
de la nave de la Iglesia, y por eso el compañero del padre Marín le parecía que cuando rezaba
allí arriba en la parte del coro, le respondían unas extrañas voces, no las de sus meditaciones
sino las de los profesionales de la conducción.
en la Plaza del Temple en Valencia,
le contaba a una señora que un compañero de la orden oía unas voces en la iglesia del edificio
que tienen los redentoristas, un día fue a comprobarlo si era cierto,
aquella señora afinando el oído se dio cuenta que por allí pasan los taxis y a veces,
sus conductores van hablando por la radio o con algún compañero y se paran en el semáforo
y entonces la conversación se hace más larga, este repiqueo de voces se oía por el tejado
de la nave de la Iglesia, y por eso el compañero del padre Marín le parecía que cuando rezaba
allí arriba en la parte del coro, le respondían unas extrañas voces, no las de sus meditaciones
sino las de los profesionales de la conducción.
D. Rafael Nuño de Huéscar,
visitaba a su familia en el pueblo,
y llamaba a su novia por teléfono cuando estaba fuera de Granada,
en esos años había una centralita en el pueblo con dos telefonistas
y un sistema de clavijas de los antiguos, los usuarios iban a la cabina
y pedían línea con Granada o con cualquier otra ciudad y tardaba bastante
en producirse esa conexión, él mientras hablaba con la telefonista,
que era muy guapa, a consecuencia de esas esperas y al cabo de muchos
meses de conversación con la telefonista, acabaron haciéndose novios,
y se casaron.
visitaba a su familia en el pueblo,
y llamaba a su novia por teléfono cuando estaba fuera de Granada,
en esos años había una centralita en el pueblo con dos telefonistas
y un sistema de clavijas de los antiguos, los usuarios iban a la cabina
y pedían línea con Granada o con cualquier otra ciudad y tardaba bastante
en producirse esa conexión, él mientras hablaba con la telefonista,
que era muy guapa, a consecuencia de esas esperas y al cabo de muchos
meses de conversación con la telefonista, acabaron haciéndose novios,
y se casaron.
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