domingo, 18 de agosto de 2013

D. José María Ruiz Sandoval
Cuenta su hijo Pedro, médico de profesión, que su inmenso amor por la lectura
se lo inculcaba su padre de un modo, quizá, premeditadamente inconsciente.
D. José María tenía la costumbre de leerle por las noches a su mujer,(curiosamente, cuando lo normal es que se lea un cuento a los niños y se duerman) y parece ser que la voz armoniosa y continua de la lectura, como susurro del pasillo o de otra habitación, atraía a los hijos, como pequeños enanitos de Blanca-nieves acudía a oir a través de la puerta, sin hacer ningún ruido, las historias que salían de las manos de su padre. Este gesto tan amoroso de leer a su mujer, se convertía en medicina cuando ella estaba enferma y entonces la lectura del marido era más necesaria, pero en ese caso las puertas se abrían y los pequeños podían acurrucarse a los pies de la cama de su madre enferma y oir la lectura del padre, ahora no a escondidas sino con todo el protocolo y el beneplácito del acto de la lectura, quizá pensara su padre: estos niños que atentos están por respeto a su madre enferma, pero también quizá supiera que ellos ya espiaban la lectura detrás de la puerta del dormitorio, secreto que los hijos guardaban entre si pero que quizá el padre compartía en silencio sabiendo que ese secreto les iba a dar mucha felicidad en sus vidas.

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